sábado, 30 de octubre de 2010

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS día 1 de noviembre

LA SANTIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN




la santidad ejemplar de la Virgen mueve a los fieles a levantar sus ojos hacia María, la cual brilla como modelo de virtud ante toda la comunidad de los elegidos. Y se trata de virtudes sólidas, evangélicas: la fe y la dócil aceptación de la Palabra de Dios; la obediencia generosa; la humildad sincera; la solícita caridad; la sabiduría reflexiva; la verdadera piedad, que la mueve a cumplir sus deberes religiosos, a expresar su acción de gracias por los bienes recibidos, a ofrecer en el Templo y a tomar parte en la oración de la comunidad apostólica; la fortaleza en el destierro y en el dolor; la pobreza llevada con dignidad y confianza en el Señor; el vigilante cuidado hacia el Hijo desde la humildad de la cuna hasta la ignominia de la Cruz; la delicadeza en el servicio; la pureza virginal y el fuerte y casto amor esponsal.

De estas virtudes de la Madre se adornarán los hijos, que con tenaz propósito contemplan sus ejemplos para imitarlos en la propia vida. Y tal progreso en la virtud aparecerá como consecuencia y fruto maduro de aquella fuerza pastoral que brota del culto tributado a la Virgen María.

La devoción hacia la Madre del Señor ofrece a los fieles ocasión de crecer en la gracia divina: finalidad última de toda acción pastoral. Porque es imposible honrar a la llena de gracia sin valorar en sí mismo el don de la gracia, es decir, la amistad con Dios, la comunión de vida con Él, la inhabitación del Espíritu. Esta gracia divina afecta a todo el hombre y lo hace conforme a la imagen del Hijo.

MARIALIS CULTUS: Exhortación Apostólica de S.S. Pablo VI, 1974

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