miércoles, 17 de noviembre de 2010

MADRE MARIA ANA ALBERDI

Traemos a “al margen” la figura de una mujer, Madre María Ana Alberdi, Monja Concepcionista, que a pesar pasar toda su vida en el Claustro, tiene un gran interés para cualquier persona.

“MADRE ENSÉÑAME A ORAR COMO LO HACÍAS TU”


Estas palabras las decía a lo largo de su vida y las vivió la Madre Mª Ana Alberdi.

Nació en Azcoitia (Guipúzcoa), el día 3 de mayo de 1912 y murió en Madrid el 27 de noviembre de 1998, a los 86 años de edad y 67 de profesión religiosa.

Fue hermana gemela de un hermano, que también se consagraría a Dios, ella como Concepcionista Franciscana, él como Jesuita misionero. Los dos dejaron tras de sí una huella imborrable de santidad.

Quedó huérfana con 7 años siendo acogida por unos tíos, que le procuraron una exquisita educación en un ambiente de amor y rectitud que influyó en ella toda su vida.

A los 19 años ingresó en el Monasterio de “La Latina” de Madrid, el 1 de octubre de 1931, acompañada de su amiga, Sor Mª Margarita Arrieta.

Era una joven de “esbelta figura”, con mirada limpia, que siempre conservó hasta el final de su larga y dilatada vida.

Después de sus diferentes etapas formativas, hace su Profesión Solemne el 4 de mayo de 1936, teniendo que abandonar el Monasterio con las demás religiosas a los pocos meses, 18 y 19 de julio de 1936, obligadas por el estallido de la guerra civil.

Pasado el conflicto bélico y una vez se pudo restablecer la vida común en el Monasterio, comenzará la etapa definitiva en la que la Madre Mª Ana forjará una vida de virtud cristiana, capaz de llevarla a esa vida de perfección que constataron todas cuantas personas tuvieron trato con ella, dentro de su propio Monasterio, monjas de otros Conventos y personas que la trataron por diferentes razones.

Muy joven ya se la confiaron cargos de máxima responsabilidad en el Monasterio y en la Orden, como es el caso de Maestra de Novicias, primero, y Abadesa un poco más tarde, estando al frente del Monasterio durante 34 años.

De carácter alegre abierto y firme, supo ir afianzando virtudes tan básicas que no siempre se encuentran en las personas a pesar de ello. La humildad, el espíritu de oración y de caridad, fueron motor de su vida para poder llevar adelante, de una forma abnegada y con gran sabiduría, todo el trabajo que a favor de la Orden tendría que afrontar. Pues, además de ser abadesa de su Monasterio, fue elegida durante 18 años, Presidenta de la Federación de Castilla de la Orden Concepcionista.

Su gran humildad le hacía creerse que no valía para las responsabilidades que le daban. Esta experiencia profunda se constata cuando fue elegida Maestra de Novicias; “se sentía incapaz de ocupar aquel puesto”, pero enseguida supo asumir todo lo que las Constituciones describen de la Maestra, y, manos a la obra, desempeñó el cargo educando a trabajar de con esfuerzo y sin tregua para conseguir el objetivo de lograr buenas monjas Concepcionistas.

La Madre Ana Alberdi fue una mujer, que la “esbelta figura” que mostraba a sus 19 años fue transformándose en el Señorío de Cristo que traslucen las personas cuando viven solo con Él y para Él.

En los múltiples e interesantes testimonios recogidos en el libro de su biografía: “La Madre Ana Alberdi, el encanto de la experiencia cristiana”, hay abundantes testimonios acerca de la vida y personalidad de la Madre Ana, y de ellos es fácil constatar este rasgo importante de su Señorío, tanto en el cuidado de su persona, como en sus modos de comportamiento o en las formas amables y agradables con los que se comunicaba con las personas.

Valga un solo testimonio para ilustrar lo que decimos: “Su persona infundía respeto y veneración por los gestos delicados que hacía y los modales educados y corteses que usaba”.

Su profunda vida espiritual fue madurando con el paso del tiempo, de forma que en los últimos años de su vida vivió una íntima unión con la Santísima Trinidad de la mano de la Virgen Inmaculada. Pasaba las mañanas en adoración al Santísimo siendo admiración de todas sus hermanas por la unción y el respeto con que se entregaba a la oración por la Iglesia, por todos los problemas humanos que conocía, por su Comunidad, por la Orden..., todo lo llevaba ante Jesús con el interés que siempre mostró por las personas y sus problemas.

Es lástima que en este primer acercamiento a la figura de la Madre María Ana Alberdi no dispongamos del espacio que requeriría ofrecer una semblanza más completa de su rica personalidad, pero no acabemos sin reseñar la forma heroica con que vivió particularmente su última enfermedad, de junio a noviembre de 1998, en la que dio testimonio de su unión con Cristo sufriente en la Cruz.

En su penosa enfermedad admiró a cuantos la trataron, tanto por su delicadeza y bondad como por no quejarse nunca de nada. En los momentos más difíciles llamaba a la Virgen para que la enseñara a amar, y a Jesús le decía: “enséñame que quieres de mi”.

Como se dijo más arriba, ella murió el 27 de noviembre de 1998, y a partir de ese acontecimiento las Hermanas de su Monasterio de “La Latina” no han dejado de recibir testimonios de las virtudes y vida de perfección de la Madre Ana, de forma que el Señor Cardenal Arzobispo de Madrid ha promulgado el decreto para la apertura de la causa de Beatificación y Canonización de la Madre Ana Alberdi.

Para quienes estén interesados en conocer más de esta importante figura cristiana del siglo XX, tan próxima a nosotros, pueden leer el libro antes citado, cuyos datos completos son:

La Madre Ana Alberdi, el encanto de la experiencia cristiana, de Ramón Alberdi, publicado en la editorial CCS, Madrid 2004.

Y para cualquier otra información: solicitar estampas, comunicar gracias o favores o aportar donativos para la Causa, pueden dirigirse a:

Madre Abadesa – Madres Concepcionistas “La Latina” –


Calle Toledo, 52 – 28005 Madrid – Teléfono 91 365 56 82



2 comentarios:

María Luisa dijo...

Sor Purísima: Nos has regalado un ejemplo de vida , para admirar e imitar.¡Cuánta dulzura y santidad emanan de su señorío, que lo desarrolló en base a sus gestos, respuestas, cortesía y amabilidad, sin abandonar la oración permanente.¡Que se haga realidad su beatificación!!!
Un abrazo:María Luisa

maribelad87 dijo...

Gracias por darme a conocer la vida de esta magnífica mujer.
Un abrazo
Maribel