sábado, 29 de mayo de 2010

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

JORNADA PRO ORANTIBUS
Vida consagrada Contemplativa
30 de mayo de 2010





LA VOCACIÓN RELIGIOSA

La vocación religiosa es un misterio de amor entre un Dios que llama y un ser humano que le responde libremente y por amor. La vocación es un misterio de elección divina. No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que yo os he elegido a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto dure (Jn 15,16). Antes de haberte formado en el seno materno, te conocía y, antes que nacieses, te tenía consagrado (Jer 1, 5).
La vocación es un llamado de Dios para ser puentes entre Dios y los hombres; para hablar a Dios de los hombres y a los hombres de Dios. Es un llamado a seguir en el mundo sin ser del mundo, para salvarlo. Y este llamado divino exige una respuesta, ya que muchos son los llamados y pocos los escogidos (Mt 20, 16). Dios llama a muchos, pero son pocos los que le responden y se entregan totalmente y sin condiciones a su servicio y al bien de sus hermanos. Incluso, vemos cómo en la vida real hay muchos que un día le dijeron SI y, después de un tiempo o de unos años, se cansan de su vida consagrada y renuncian a su misión, regresando a la vida del mundo. ¿Por qué? Se ha dicho muchas veces que la principal causa de las defecciones religiosas y sacerdotales está en la falta de oración. Cuando falta la oración, que es comunicación amorosa con el Señor, es como si nos faltara el amor para la entrega total. Somos incapaces de seguir adelante, como un coche que se queda sin gasolina y ya no puede avanzar más. Por eso, hay que ser fieles a la oración diaria, es decir, al amor diario con el Señor. La oración es la base y fundamento de la vida espiritual y de la vida religiosa. Sin oración auténtica no puede haber amor profundo y total a Dios. Con una oración superficial ¿qué se puede esperar?
La vocación es entrega total, es aspiración a la santidad, es un llamado a ser luz y amor para los demás. Es un eco actual de la llamada eterna de Dios, pues Dios nos ha escogido desde toda la eternidad para amar a todos sin condiciones. La vocación es una invitación a seguirle en exclusiva. Es como si Jesús dijera: ¿Me amas? ¿Quieres amarme como esposa y madre de todos los hombres?
La vocación es una predilección maravillosa, un privilegio inmerecido, un regalo extraordinario, que nunca podremos agradecer suficientemente. Es una llamada gratuita y personal de Dios que espera también una respuesta diaria y personal. Esto quiere decir que debemos vivir nuestra vocación día a día con nuestras renuncias, nuestra obediencia, nuestra entrega y nuestro amor total. Así la vocación irá madurando y seremos más y más conscientes de lo que significa para nosotros esa predilección de la llamada de Dios y de lo que supone nuestra respuesta definitiva a su amor.
La vocación hay que vivirla sin medias tintas, sin ambigüedades, sino con un corazón indiviso para Dios y para los demás. El amor es lo que da sentido a la llamada y a la respuesta personal. Sin amor, la vida religiosa sería como una lámpara sin aceite. Ser esposas de Jesús significa entregarse totalmente a Él para hacerlo feliz en cada instante de la vida y, por Él y con Él, hacer felices a los que nos rodean, abarcando con nuestro amor a todo el universo.
La vocación, en una palabra, implica una misión de servicio universal, ser madres de todos los hombres, ser luz en el mundo y vivir para los demás con una aspiración constante a la santidad.

JUAN PABLO II Y LA VOCACIÓN
Decía el Papa Juan Pablo II: Quisiera preguntar, amadísimos jóvenes, a cada uno de vosotros: ¿Qué vas a hacer de tu vida? ¿Cuáles son tus proyectos? ¿Has pensado alguna vez en entregar tu existencia totalmente a Cristo? ¿Crees que puede haber algo más grande que llevar a Jesús a los hombres y a los hombres a Jesús? (Roma, 13 de mayo de 1984).
Pido a cada uno de vosotros, que se interrogue seriamente sobre si Dios no lo llama a seguirle. Y a todos los que sospechan tener esta posible vocación personal, les digo: Rezad tenazmente para tener la claridad necesaria, pero luego decid un alegre sí. Dios ha pensado en nosotros desde toda la eternidad y nos ha amado como personas únicas e irrepetibles, llamándonos a cada uno por nuestro nombre. (Cristifideles laici 58).

UNA EXPERIENCIA DE VIDA RELIGIOSA
Estudié Derecho en la universidad y terminé mi carrera con buenas notas. Conseguí trabajo muy pronto y estuve ejerciendo mi profesión durante más de tres años en una entidad pública. Y, en ese momento, cuando ya tenía todo lo que había deseado, sentí en mi alma que Dios me pedía que hiciera una opción radical por Él, dándole todo. Fue un encuentro con Dios particularmente fuerte, inefable. Vi claramente en mi alma que Cristo me llamaba. Es como si me estuviera diciendo al oído: Mira, todo esto que estás haciendo es bueno, está bien..., pero ahora vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y ven y sígueme.
Este Ven y sígueme comenzó a resonar en mi alma cada vez con más fuerza y se fue abriendo paso en mi corazón entre vacilaciones interiores. Y decidí corresponder libremente al amor de Dios. Comencé a ir a misa todos los días y a comulgar diariamente. Recibir a Jesús en la comunión se convirtió para mí en una necesidad. Necesitaba contemplarle, quería darme por entero a Él.
La gente me decía: Eres joven, tienes buen trabajo y toda la vida por delante... ¿Y lo vas a echar todo a rodar de esa manera? ¿Es que te has vuelto loca? Yo confié en Dios, me arriesgué y opté por Él, contando con su gracia y su fortaleza. Y ahora aquí me tienes, vale la pena entregarse del todo a Dios. El Señor da el ciento por uno. Me siento inmensamente alegre y feliz. A todos los llevo en mi corazón y los presento cada día al Señor. Esa es la misión de mi vida: orar por todos los hombres y ofrecer mi vida por ellos para salvarlos.

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Y para terminar, unas preguntas: ¿Qué vas a hacer con tu vida? ¿Cuáles son tus proyectos? ¿Has pensado en la posibilidad de ser religiosa y consagrarte totalmente al servicio de Dios y de los demás? Si no estás segura, te recomiendo que vayas todos los días a los pies de Jesús, ante el sagrario, y le preguntes: Señor, ¿qué quieres de mí? ¿Cuál es mi misión? Y Él te responderá, quizás sin palabras, pero con toda claridad.

ÁNGEL PEÑA O.A.R

sábado, 1 de mayo de 2010

MES DE MAYOEN HONOR DE MARÍA




Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza; a Ti, celestial Princesa, Virgen sagrada María, te ofrezco desde este día alma, vida y corazón. ¡Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía!

FLORES PARA LA VIRGEN

¿Por quién hizo Dios las flores, si no las hizo por Ti?
Sugerencias de obsequios espirituales que se pueden ofrecer al Señor, por medio de la Virgen, para cada día del mes de mayo.

N. Recibe, Madre, las flores de nuestro amor y nuestra alegría.
R. Para que tu gozo sea cumplido.

1. Prontitud para el trabajo, empezando por levantarme sin pereza.
2. Examinar mi devoción a la Virgen y cómo la practico.
3. Examinar mi consagración a Cristo y a su Corazón.
4. Poner los medios para estar en gracia de Dios.
5. Estudiar cómo debo guardar la pureza de pensamiento y obras.
6. Procurar ser amable con los demás.
7. Reflexionar si cumplo lo que Dios quiere de mi.
8. Aceptar algo del Magisterio, o de la Religión, que me moleste.
9. Hablar de la Virgen.
10. Recordar algo que me desagrade de otros, y disculparlos.
11. Repetir mi juramento cristiano de lealtad a Cristo y al Papa.
12. Estar un rato comparando mi vida con la de María.
13. Desprenderme de algo en beneficio de otra persona.
14. Hacer con especial cuidado el examen de la noche.
15. Hacer con especial cuidado el ofrecimiento de obras.
16. Comulgar pidiendo fortaleza en las tentaciones.
17. Proponer hacer los cinco primeros sábados.
18. Recitar con devoción el Ángelus.
19. Visitar algún enfermo.
20. Rezar todos los días las tres Avemarías al levantarme y acostarme.
21. Dar un donativo para alguna necesidad.
22. Encomendar a la Virgen mis dificultades y aceptar su decisión.
23. Pedir al Ángel de la guarda remordimiento por mis pecados de omisión.
24. Ofrecer algunas mortificaciones por el fruto de mi apostolado.
25. Descubrir en qué tengo respeto humano, y vencerlo.
26. Ver si todas mis lecturas y espectáculos los aprobará la Virgen.
27. Meditar un rato en el valor de la castidad.
28. Revisar si en todas mis ocupaciones y diversiones imito a Cristo.
29. Pensar con alegría en el cielo, y prepararme para la muerte, quizá repentina.
30. Rezar el Rosario con devoción.
31. Quitar de mi algo que moleste a los demás.

V. Guarda en tu corazón las flores que te ofrecemos.
R. Para que ahora y siempre nuestro amor y nuestra alegría, nuestra castidad y nuestra esperanza, sean la prenda bendita de tu gozo y del nuestro.
Así sea