sábado, 30 de marzo de 2013

PASCUA DE RESURRECCIÓN


¡Cristo resucitó!...  ¡Aleluya, aleluya! 



 
¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!

Muerte y Vida lucharon, y la muerte fue vencida.
¡Aleluya, aleluya!

Es el grano que muere
para el triunfo de la espiga.
¡Aleluya, aleluya!

Cristo es nuestra esperanza
nuestra paz y nuestra vida.
¡Aleluya, aleluya!

Vivamos vida nueva, el bautismo es nuestra Pascua.
¡Aleluya, aleluya!

¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!

Amén.
Liturgia de las horas

miércoles, 27 de marzo de 2013

JUEVES SANTO



Palabras que llegan como un fuego a lo más hondo:
“Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía… Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros”.
Contempla  el misterio del AMOR
Recibe su cuerpo entregado. Y mientras recibes al que se te da y entras en la dicha de la Alianza nueva y eterna, contempla el misterio de la cruz de tu Señor, en la que todo se consuma, todo se perfecciona, todo se hace definitivo.
Contempla, agradece y ama.

domingo, 24 de marzo de 2013

ME AMÓ Y SE ENTREGÓ POR MÍ
 
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.


DOMINGO DE RAMOS




¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

“En aquel tiempo Jesús iba hacia Jerusalén, marchando a la cabeza”. El de Jesús es un camino que sólo podrán recorrer con ramos de fiesta quienes hayan visto las obras de Dios.
“¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor!”

“¡Señor mío y Dios mío!”

viernes, 15 de marzo de 2013

PRIMERA HOMILIA DEL PAPA FRANCISCO



(Santa Misa por la Iglesia con los cardenales en la Capilla Sixtina)

En estas tres Lecturas veo algo en común: el movimiento. En la Primera Lectura el movimiento es el camino; en la segunda Lectura, el movimiento está en la edificación de la Iglesia; en la tercera, en el Evangelio, el movimiento está en la confesión. Caminar, edificar, confesar.

Caminar. Casa de Jacob: “Vengan, caminemos en la luz del Señor”. Esta es la primera cosa que Dios dijo a Abraham : “Camina en mi presencia y sé irreprensible”. Caminar: nuestra vida es un camino. Cuando nos detenemos, la cosa no funciona. Caminar siempre, en presencia al Señor, a la luz del Señor, tratando de vivir con aquel carácter irreprensible que Dios pide a Abraham, en su promesa.

Edificar. Edificar la Iglesia, se habla de piedras: las piedras tienen consistencia; las piedras vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la esposa de Cristo, sobre aquella piedra angular que el mismo Señor, y con otro movimiento de nuestra vida, edificar.

Tercero, confesar. Podemos caminar todo lo que queramos, podemos edificar tantas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, la cosa no funciona. Nos convertiríamos en una ONG (Organización No Gubernamental) de piedad, pero no en la Iglesia, esposa del Señor. Cuando no caminamos, nos detenemos. Cuando no se construye sobre la piedra ¿qué cosa sucede? Pasa aquello que sucede a los niños en la playa cuando construyen castillos de arena, todo se desmorona, no tiene consistencia. Cuando no se confesa a Jesucristo, me viene la frase de León Bloy “Quien no reza al Señor, reza al diablo”. Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio.

Caminar, edificar-construir, confesar. Pero la cosa no es así de fácil, porque en el caminar, en el construir, en el confesar a veces hay sacudidas, hay movimiento que no es justamente del camino: es movimiento que nos echa para atrás.

Este Evangelio continua con una situación especial. El mismo Pedro que ha confesado a Jesucristo, le dice: “Tú eres Cristo, el Hijo del Dios vivo. Yo te sigo, pero no hablemos de Cruz. Esto no cuenta”. “Te sigo con otras posibilidades, sin la Cruz”. Cuando caminamos sin la Cruz, cuando edificamos sin la Cruz y cuando confesamos un Cristo sin Cruz, no somos Discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor.

Quisiera que todos, luego de estos días de gracia, tengamos el coraje – precisamente el coraje – de caminar en presencia del Señor, con la Cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, que ha sido derramada sobre la Cruz; y de confesar la única gloria, Cristo Crucificado. Y así la Iglesia irá adelante.

Deseo que el Espíritu Santo, la oración de la Virgen, nuestra Madre, conceda a todos nosotros esta gracia: caminar, edificar, confesar Jesucristo. Así sea.