domingo, 20 de abril de 2014

Feliz Pascua de Resurrección

¡Aleluya!.. ¡Aleluya!.. Resucito, ¡Aleluya!..
Cristo resucitó.
Es el día más importante y más alegre para todos nosotros, los católicos, ya que Jesús venció a la muerte y nos dio la vida. Esto quiere decir que Cristo nos da la oportunidad de salvarnos, de entrar al Cielo y vivir siempre felices en compañía de Dios. Pascua es el paso de la muerte a la vida.
Aleluya… Aleluya.
Cuando confesamos a Cristo resucitado no decimos simplemente que su tumba quedó vacía, sino que vive para darnos vida.
Cuando toda prueba se transforma en gracia, toda tristeza y sufrimiento en alegría, todo pecado en perdón, cuando nos liberamos de todas nuestras esclavitudes y pasamos de la muerte a la vida, es Pascua de Resurrección.

Ángel Rubio, obispo de Segovia

lunes, 14 de abril de 2014

SEMANA SANTA 2014

VIVIR LA SEMANA SANTA ES ACOMPAÑAR A JESÚS
"En el misterio pascual, Dios Padre, por medio del Hijo en el Espíritu Paráclito, se ha inclinado sobre cada hombre ofreciéndole la posibilidad de la redención del pecado y la liberación de la muerte". (Juan Pablo II)
«Y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre». Flp 2,8
Vivir la Semana Santa es acompañar a Jesús con nuestra oración, sacrificios y el arrepentimiento de nuestros pecados. Asistir al Sacramento de la Penitencia en estos días para morir al pecado y resucitar con Cristo el día de Pascua.
Lo importante de este tiempo no es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección, que es primicia de la nuestra.
La Semana Santa fue la última semana de Cristo en la tierra. Su Resurrección nos recuerda que los hombres fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios.
 Llenos de esperanza, de confianza, abierto el corazón a la Palabra y siendo sinceros con Dios y con nosotros mismos ponemos la mirada en la gran Noche Pascual, y hacemos el esfuerzo de escribir nuestra personal historia de salvación. Reconocer la mano de Dios, reconocer los apoyos divinos, reconocer los apoyos humanos que Él nos ha puesto en nuestro caminar diario. Pero también, con sinceridad profunda reconocer nuestro ser pecador, como hemos impedido la acción de Dios en nuestra vidas. No olvidemos las palabras del Salmo 94: “ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón”.
  El perdón de Dios se expresará acercándonos al sacramento de la Penitencia. Paso necesario para vivir en plenitud los Misterios de la fe que celebramos en los días santos. Contemplaremos al Señor a los pies de los apóstoles; en el suplicio de la Cruz redentora y en la Luz profunda del Cirio Pascual.
Y entonces, agarrados a esa Luz Pascual, seremos capaces de decir: Si, creo, Señor.  Vendrán a nuestros labios las palabras del salmista:   “El Señor es mi luz y mi salvación” (salmo 26).
                “En esta Noche de luz, invocando la intercesión de la Virgen María, que guardaba todos estas cosas en su corazón (cf. Lc 2,19.51), pidamos al Señor que nos haga partícipes de su resurrección.
                                                              Papa Francisco