Inmaculada Concepción de la Virgen María y el sentido de su
fiesta.
“La Inmaculada Concepción significa que María
es la primera salvada de la infinita misericordia del Padre, tal primicia de la
salvación que Dios quiere donar a cada hombre y mujer, en Cristo. Por esto la
Inmaculada se ha convertido en icono
sublime de la misericordia divina que ha vencido el
pecado. Y nosotros, hoy, queremos mirar a este icono con amor confiado y
contemplarla en todo su esplendor, imitándola en la fe”.
“En
la concepción inmaculada de María estamos invitados a reconocer la aurora del
mundo nuevo, transformado por la obra salvadora del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo. La aurora de la nueva
creación actuada por la divina misericordia
“Por esto la Virgen María, nunca contagiada
por el pecado está siempre llena de Dios, es madre de una humanidad nueva”.
Esta
fiesta implica dos cosas: “acoger plenamente Dios y su gracia misericordiosa en
nuestra vida; transformarse a su vez en artífices de misericordia a través de
un auténtico camino
evangélico”.
Porque
“la fiesta de la Inmaculada se transforma en la fiesta de todos nosotros sí,
con nuestros ‘síes’ cotidianos, conseguimos vencer nuestro egoísmo y hacer
más feliz la vida de nuestros hermanos, a donarles esperanza, secando aquellas
lágrimas y donando un poco de alegría”.
Por
tanto, “a imitación de María, estamos llamados a transformarnos en portadores de Cristo y
testigos de su amor, mirando en primer lugar a aquellos que son privilegiados a
los ojos de Jesús”.
“Mientras
vivía en el mundo marcado por el pecado, no fue tocada: es nuestra hermana en
el sufrimiento,
pero no en el mal y el pecado”. “Más bien, el mal en ella ha sido batido antes
aún de tocarla, porque Dios la ha llenado de gracia”.
Que
la Virgen “nos ayude a redescubrir siempre más la misericordia divina como
distintivo del cristiano” ya que “esa es la palabra-síntesis del Evangelio”.
“Es el tramo fundamental del rostro de Cristo: aquel rostro que nosotros
reconocemos en los diversos aspectos de su existencia: cuando va al encuentro
de todos, cuando sana a los enfermos,
cuando se sienta en la mesa con los pecadores, y sobre todo cuando, clavado
sobre la cruz, perdona; allí nosotros
vemos el rostro de la misericordia divina”.
Papa Francisco
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