miércoles, 13 de agosto de 2008

17 DE AGOSTO SANTA BEATRIZ DE SILVA



TRIDUO A SANTA BEATRIZ DE SILVA

Día 1º
Por el ideal que, desde la infancia tuviste
Por hacer grandes cosas por la gloria de Dios y de
María Inmaculada,
Te suplicamos, Santa Beatriz, que,
Juntamente con la gracia que ahora te pedimos…
Nos alcances un verdadero deseo de amar y servir a Dios.

Padrenuestro; Avemaría; Gloria


Dia 2º
Por el despego de las grandezas de este mundo
Que practicaste entre las riquezas y placeres de la corte,
Te suplicamos, Santa Beatriz, que
juntamente con la gracia que ahora te pedimos…
nos alcances la virtud de la humildad,
el desapego de los bienes terrenos
y el deseo de los bienes eternos.

Padrenuestro; Avemaría; Gloria

Dia 3º
Por la fortaleza con que guardaste tu pureza
Entre los peligros de la corte,
Y la inocencia de tu alma durante toda tu vida,
Te suplicamos, Santa Beatriz, que,
Juntamente con la gracia que ahora te pedimos…
Nos alcances la virtud de la prudencia
para huir de las ocasiones peligrosas
y fuerza para vencer las tentaciones.

Padrenuestro; Avemaría; Gloria.

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Oración
Oh Dios, que hiciste resplandecer
a la virgen Santa Beatriz de Silva
por su altísima contemplación
y la adornaste con una devoción singular
para con la Virgen María
en el Misterio de su Concepción Inmaculada
concédenos que, a ejemplo suyo,
busquemos en la tierra la verdadera sabiduría
y lleguemos a contemplar en el cielo
tu belleza y tu sublimidad.
Por Jesucristo nuestro Señor.

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viernes, 1 de agosto de 2008

San Ignacio de Loyola


Examinad si los espíritus vienen de Dios

Ignacio era muy aficionado a los llamados libros de caballerías, narraciones llenas de historias fabulosas e imaginarias. Cuando se sintió restablecido, pidió que le trajeran algunos de esos libros para entretenerse, pero no se halló en su casa ninguno; entonces le dieron para leer un libro llamado Vida de Cristo y otro que tenía por título Flos sanctórum, escritos en su lengua materna.

Con la frecuente lectura de estas obras, empezó a sentir algún interés por las cosas que en ellas se trataban. A intervalos volvía su pensamiento a lo que había leído en tiempos pasados y entretenía su imaginación con el recuerdo de las vanidades que habitualmente retenían su atención durante su vida anterior.

Pero, entretanto, iba actuando también la misericordia divina, inspirando en su ánimo otros pensamientos, además de los que suscitaba en su mente lo que acababa de leer. En efecto, al leer la vida de Jesucristo o de los santos, a veces se ponía a pensar y se preguntaba a sí mismo:
“¿Y si yo hiciera lo mismo que san Francisco o que santo Domingo?”
Y, así, su mente estaba siempre activa. Estos pensamientos duraban mucho tiempo, hasta que, distraído por cualquier motivo, volvía a pensar, también por largo tiempo, en las cosas vanas y mundanas. Esta sucesión de pensamientos duró bastante tiempo.

Pero había una diferencia; y es que, cuando pensaba en las cosas del mundo, ello le producía de momento un gran placer; pero cuando hastiado, volvía a la realidad, se sentía triste y árido de espíritu; por el contrario, cuando pensaba en la posibilidad de imitar las austeridades de los santos, no solo entonces experimentaba un intenso gozo, sino que además tales pensamientos lo dejaban lleno de alegría. De esta diferencia él no se daba cuenta ni le daba importancia, hasta que un día se le abrieron los ojos del alma y comenzó a admirarse de esta diferencia que experimentaba en sí mismo, que, mientras una clase de pensamientos lo dejaban triste, otros, en cambio, alegre. Y así fue como empezó a reflexionar seriamente en las cosas de Dios. Más tarde, cuando se dedicó a las prácticas espirituales, esta experiencia suya le ayudó mucho a comprender lo que sobre la discreción de espíritus enseñaría luego a los suyos.


(De los hechos de san Ignacio recibidos por Luis Goncalves de Cámara de labios del mismo santo)