sábado, 2 de octubre de 2010

SAN FRANCISCO DE ASIS dia 4 de octubre

Sermón a los Pájaros

San Francisco camina con fray Maseo por un valle lleno de árboles y de flores. Por el valle corre un arroyuelo de agua límpida. San Francisco y fray Maseo cantan porque son felices. Cuando uno es feliz le vienen siempre ganas de cantar.

En los árboles hay muchos pajaritos: pardales, pinzones, pelirrojos, jilgueros. También los pajaritos cantan porque son felices.

Cada poco San Francisco y fray Maseo se detienen. San Francisco pone su dedo índice en los labios' pidiendo silencio a fray Maseo, para escuchar mejor el canto de los pajaritos.

-Fíjate -dice San Francisco- esta es la voz de los hermanos pardales, esta otra es la voz de los hermanos jilgueros.

De golpe, el gorjeo de los pajaritos cambia de tono como si los pajaritos discutiesen entre ellos.

San Francisco mira entre los ramos de los árboles. Un pardalillo tiene en el pico una corteza de pan. Los demás pajaritos le persiguen de rama en rama, le picotean porque quieren quitarle la corteza de pan.

San Francisco levanta los brazos para ordenar silencio a los pajaritos; luego dice con voz un tanto severa:

-Hermanitos míos, ¿por qué reñís?

En seguida se paran todos los pajaritos, cada uno en la rama donde estaba posado. También se para el pardalillo con la corteza de pan.

Los pajaritos, al oír la voz un tanto severa de San Francisco, se sienten a disgusto. Repliegan las alitas y están con el pico abierto como embarazados.

San Francisco continúa:

-No tenéis que hacer así, hermanitos míos. Vuestro Creador os ha dado plumas para vestiros. A vosotros, pardales, os ha dado un vestido que parece la túnica de los frailes. Vosotros sois los frailecillos del buen Dios. A vosotros, pelirrojos, el Creador os ha puesto esa mancha roja en el pecho para que recordéis a todos los hombres la llaga de Jesús crucificado. A vosotros, pinzones y jilgueros, el Creador os ha dado plumas de colores como las flores de este bosque. A todos vosotros el Creador os ha dado alas para volar en el cielo azul.

Los pajaritos se miran las plumas y abren las alas. Nadie se atreve ni a resollar. El pardalillo con la corteza de pan abre el pico y la corteza cae al suelo junto a los pies desnudos de San Francisco.

El santo recoge el pan y lo desmigaja en la palma de la mano.

-Mirad, hermanitos míos -dice San Francisco con voz dulcísima-hay una migajita para todos. Vosotros no sembráis, y sin embargo el Señor hace crecer el grano también para vosotros. Vosotros no segáis, no moléis el grano, no cocéis el pan, y sin embargo el Señor os nutre. Tenéis el agua límpida de este arroyuelo, tenéis los árboles para jugar, para guarneceros y para dormir. ¿Qué os falta?.

Los pajaritos están cada vez más embarazados. San Francisco presenta la mano con las migajas y dice:

-Prometedme que no reñiréis ya por el cebo.

Los pardales, los pinzones, los pelirrojos y los jilgueros agachan la cabecita para decir que no volverían a pelearse entre ellos.

-Ahora -continúa San Francisco- bajad a comer estas migajas.

Y en seguida todos los pajaritos con un gran murmullo de alas bajan de las ramas y van

a picotear las migajas en la mano de San Francisco.

Apenas acabadas las migajas, San Francisco dice-

-Ahora, hermanitos míos, volved a los árboles y empezad de nuevo a cantar. Y los pajaritos, obedientes, se ponen todos en fila sobre las ramas, y empiezan a cantar, cada uno con su voz, las alabanzas del Señor. San Francisco se aleja con fray Maseo, cantando también ellos en el bosque las alabanzas del Señor: Tras haber recorrido un buen trecho de camino, San Francisco se detiene, pensativo, y dice a fray Maseo:

-Soy de veras negligente, hermano mío. Hasta ahora hemos predicado sólo a los hombres. Pero no basta. Hemos de enseñar a todas las criaturas a cantar al Señor. -Tienes razón, padre santo -responde fray Maseo-. Debemos predicar la paz a todas las criaturas.

Y desde aquel día, San Francisco, siempre que encontraba por los caminos a los hermanos animalitos, ardillas y raposas, caracolitos y lebratos, se detenía para invitarles a alabar al Señor.

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