martes, 8 de julio de 2014

TIEMPO DE VACACIONES



 Para un creyente, el tiempo de descanso tiene una referencia evangélica. Si miramos a Jesús, Él nos enseña a vivir de forma armoniosa y equilibrada. Es revelador el texto del Evangelio de San Marcos, en el que se narra una jornada del Maestro de Nazaret (Mc 1, 21-38).
El relato evangélico describe la estancia de Jesús en la sinagoga, desde la que se desplaza a la casa de Pedro para comer; al atardecer cura a muchas personas de sus enfermedades, y el texto continúa: “De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración.”
En otro de los pasajes del Evangelio consta  que el Maestro, invita a sus discípulos: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco». Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario.” (Mc 6, 31-32)
Contemplando a la persona de Jesús, ayuda mucho verle necesitado de la casa de sus amigos, y que acepta las invitaciones que le hacen. También que se va a la orilla del mar, pasea por la ribera, sube al monte, pasa la noche en descampado…
Jesús nos dio ejemplo de vida, y tendremos que mirarle a Él para no errar en nuestras formas agitadas, hacendosas, compulsivas de vivir, y saber introducir en nuestra agenda los llamados “espacios verdes”, que no solo significan descanso físico, sino también relación contemplativa, amorosa, orante.
Las relaciones amigas, el descanso corporal, la lectura, la oración, la salida de toda endogamia ayuda a recuperar fuerzas, a serenar el corazón, a aflojar la tensión emocional que produce la delicada convivencia cotidiana.
Tiempo de descanso, y si no sales de casa por lo que sea, intenta introducir algún cambio de ritmo y de relaciones, procura intensificar la dimensión teologal, trascendente, para no quedar atrapado en la inercia y el acostumbramiento nocivos.
¡Feliz verano!

Ángel Moreno de Buenafuente