BENDICIENDO POR LAS CALLES
Había un profesor anónimo que descubrió un tipo de apostolado, sencillo, fácil y eficiente. Daba la bendición a los que juzgaba necesitado. Él mismo nos contó:
Cuando atravieso las calles, ¡Cuánto sufrimiento siento! Veo pobres y enfermos, personas con hambre, lisiados y abandonados. Veo también personas bien trajeadas, pero suyos semblantes revelan el vacío, la frustración o la desesperación.
No los conozco a todos, ni puedo ayudarlos a todos. Entonces me atrevo a hacer lo que hacía Jesús. Los bendigo en el nombre de Dios, por manos de María.
Creo que este humilde servicio lo podemos hacer cada uno de nosotros.
Ayer, yendo a la escuela, tuve una oportunidad, Venía a mi encuentro un niño, empleado en una panadería. Rostro cansado, triste, cuerpo delgado. Por el momento, el "primer socorro" sería este. Le di mi bendición trazando una cruz, sin que nadie lo notara.
Hoy, en el apretujón del mercado, pasó junto a mí una señora, en estado de avanzada gravidez. Parecía estar pasando por una angustia. Parecía preocupada. No pude decirle una palabra de ánimo. Sólo pude trazar sobre ella disimuladamente la señal de la cruz. ¿Quién sabe si ésta fue la única bendición que recibirían madre e hijo?
En el transcurso del día, trazo la señal de la cruz sobre mis familiares o en la dirección donde sé que alguien sufre...
No hay comentarios:
Publicar un comentario