Pregón de
Navidad, poema de Francisco Vaquerizo
Con vuestro permiso vengo,
amigos, a pregonar
el nacimiento, en Belén,
de un Infante que abrirá
los portones de la Gloria
a toda la humanidad.
Con vuestro permiso vengo,
amigos, a pregonar
suceso tan memorable,
evento tan singular
que hasta los coros angélicos
se encargaron de anunciar
diciendo “gloria en los cielos
y en la tierra, al hombre, paz”.
Y es que Jesús – Emmanuel”-
ha nacido en un Portal
y que Él es ya para siempre
nuestro Cordero pascual,
el que, inmolado en la Cruz
por toda la humanidad,
a la gracia de Dios Padre
de nuevo nos llevará.
Atención hacia este Niño,
porque no es un niño más,
es el Hijo de Dios vivo,
como pronto se verá
cuando salga a los caminos
y se ponga a predicar
ese Reino de los Cielos,
que es reino de caridad,
de amor, de vida, de gracia,
de justicia y de verdad.
Amigos, amigos todos,
acercaos y mirad
al Niño Jesús, que llora
siendo Él la felicidad
y la dicha por sí mismo.
Y otro detalle observad:
que apenas tiene pañales
ni cuna donde posar,
siendo Él la misma riqueza
y teniendo en propiedad
todas las cosas creadas
y los que estén por crear.
Tened en cuenta, asimismo
la tremenda soledad
en que se ve, pese a ser
la divina Majestad.
¿Por qué hace el Niño estas cosas?
Yo digo que las hará
porque viene a dar ejemplo
de pobreza y humildad,
virtudes que, de mayor,
tanto recomendará.
Y, sin embargo, parece
feliz que no cabe más;
su sonrisa de cariño,
su mirada de amistad
y la infinita ternura
de su rostro celestial,
clara y fehaciente muestra
de su contento nos dan.
Reyes magos de muy lejos
lo vinieron a adorar,
a sus plantas se postraron
con toda solemnidad
y, antes de volverse a casa,
dones le fueron a dar
de oro, de incienso y de mirra,
que son de mucho estimar.
Quiera Dios que, en estos días
alegres de Navidad,
no echemos en el olvido
algo tan elemental
como que el Divino Infante
es el punto principal
de estas fiestas; cualquier otro
que ocupase su lugar
-los regalos, los banquetes,
los adornos del hogar…-,
sería sacar de quicio
las cosas, deteriorar
sería la esencia misma
de la misma Navidad.
La Navidad es un Niño
que nace para librar
a los hombres del pecado,
y el que quiera de verdad
vivir estos días santos
con toda autenticidad,
ha de poner su mirada
y su amor en el Portal
donde Jesús Niño estrena
nuestra condición mortal.
Con vuestro permiso, amigos,
mi pregón llega al final,
no sin antes desearos
mucho amor y mucha paz
y unos días de descanso
y de gozo celestial.
Feliz Navidad os desea a todos. - Francisco.
Guadalajara, 2017.
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