¡Oh Corazón de Jesús! Yo quiero consagrarme a ti con todo el
fervor de mi espíritu. Sobre el ara del altar en que te inmolas por mi amor,
deposito todo mi ser; mi cuerpo que respetaré como templo en que tú habitas; mi
alma que cultivaré como jardín en que te recreas; mis sentidos, que guardaré
como puertas de tentación; mis potencias, que abriré a las inspiraciones de tu
gracia; mis pensamientos, que apartaré de las ilusiones del mundo; mis deseos,
que pondré en la felicidad del Paraíso; mis virtudes que florecerán a la sombra
de tu protección; mis pasiones, que se someterán al freno de tus mandamientos;
y hasta mis pecados, que detestaré mientras haya odio en mi pecho, y que
lloraré sin cesar mientras haya lágrimas en mis ojos. Mi corazón quiere desde hoy
ser para siempre todo tuyo, así como tú, ¡oh Corazón divino! has querido ser
siempre todo mío. Tuyo todo, tuyo siempre; no más culpas, no más tibieza. Yo te
serviré por los que te ofenden; pensaré en ti por los que te olvidan; te amaré
por los que te odian; y rogaré y gemiré, y me sacrificaré por los que te
blasfeman sin conocerte. Tú, que penetras los corazones, y sabes la sinceridad
de mi deseo, comunícame aquella gracia que hace al débil omnipotente, dame el
triunfo del valor en las batallas de la tierra, y cíñeme la oliva de la paz en
las mansiones de la gloria.
Amén.
Amén.
Recopilado por José Gálvez Krüger
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