lunes, 21 de marzo de 2011

DESIERTO - CUARESMA


HACER EXPERIENCIA DE DESIERTO.


El Señor te ha concedido el don y el privilegio de vivir este tiempo solo para Él.

Siempre te desenvuelves en una vida en la que todo es prisa, quehacer, entrega a los demás, servicio, olvido de ti mismo, disponibilidad. Ahora, puedes vivir estas mismas actitudes positivas, con un objetivo muy peculiar: centrar tu vida en Él, vivir sólo para Él, que es para ti el sentido más profundo de todo en tu vida.

Irás comprendiendo, poco a poco, que la disponibilidad en la vida diaria te prepara para vivir abierto al Señor. Verás también en tu oración que tu entrega al Señor es siempre el alma que te alienta cada día. Dios te concederá la gracia de reencontrarte intensamente con esta alma. Vívelo todo en su paz, inmerso en su amor y en su presencia.

Por su gracia, el desierto será un camino de amor y de presencia. Su amor te acompañará día a día. Su presencia será siempre una luz en tu ruta: la lámpara que ilumina tus pasos. Llegarás a percibir que la mirada del Señor sobre tu vida te serena y te da paz.

Comprenderás interiormente que Jesús es tu descanso, que tú, como María, has de ser casa de Dios y también Betania, la casa del pobre. Porque en el silencio has de buscar vivir en la soledad solidaria del corazón.

Los pobres han de tener su lugar en tu desierto. Con su misericordia podrás vivir la verdad de tu vida centrada solo en Dios, a quien quieres servir con un corazón no dividido. Porque tú, libremente, le quisiste decir como María "He aquí la esclava del Señor".

Que nunca te inquieten tus miserias. En estos días de cuaresma en el silencio tus pobrezas resonarán en tu alma más fuertemente que nunca. Muchas veces serán el trasfondo de tu oración: te sentirás más pobre y pequeño que nunca. Llorarás al sentirte solo y desprotegido, indefenso ante Dios.

Ten paz. No te inquietes por nada, porque Él es tu misericordia y confía en tu amor de fidelidad. Verás como el desierto florecerá, porque cuando lo buscas con sinceridad de corazón en el silencio y en la soledad solidaria, Él te mostrará su rostro de amor.

Sigue en la ruta y confía en Él. Abandonate en sus manos amorosas de Padre.

Repite, lentamente, la oración del abandono: "Padre mío, me abandono a ti…". "Haz de mi lo que quieras…".

Jaume Boada i Rafí O.P


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