Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma
encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a
cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico,
que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para
abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos
conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La
Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de
qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza.
No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin
esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.
Que el Espíritu Santo, gracias al cual «[somos] como pobres,
pero que enriquecen a muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo» (2
Cor 6, 10), sostenga nuestros
propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la responsabilidad ante la
miseria humana, para que seamos misericordiosos y agentes de misericordia. Con
este deseo, aseguro mi oración por todos los creyentes. Que cada comunidad
eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal. Os pido que recéis por
mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os guarde.
Papa Francisco
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