VIVIR LA SEMANA SANTA ES ACOMPAÑAR A JESÚS
"En el misterio pascual,
Dios Padre, por medio del Hijo en el Espíritu Paráclito, se ha inclinado sobre
cada hombre ofreciéndole la posibilidad de la redención del pecado y la
liberación de la muerte". (Juan Pablo II)
«Y se humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios lo exaltó y le
dio el Nombre que está sobre todo nombre». Flp 2,8
Vivir la
Semana Santa es acompañar a Jesús con nuestra oración, sacrificios y el
arrepentimiento de nuestros pecados. Asistir al Sacramento de la
Penitencia en estos días para morir al pecado y resucitar con Cristo el día de
Pascua.
Lo importante de este tiempo no
es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió
y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y
el poder de su Resurrección, que es primicia de la nuestra.
La Semana Santa fue la última
semana de Cristo en la tierra. Su Resurrección nos recuerda que los hombres
fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios.
Llenos de esperanza, de confianza, abierto
el corazón a la Palabra y siendo sinceros con Dios y con nosotros mismos
ponemos la mirada en la gran Noche Pascual, y hacemos el esfuerzo de escribir
nuestra personal historia de
salvación. Reconocer la mano de Dios, reconocer los apoyos divinos,
reconocer los apoyos humanos que Él nos ha puesto en nuestro caminar diario.
Pero también, con sinceridad profunda reconocer nuestro ser pecador, como hemos
impedido la acción de Dios en nuestra vidas. No olvidemos las palabras del
Salmo 94: “ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón”.
El
perdón de Dios se expresará acercándonos al sacramento de la Penitencia. Paso
necesario para vivir en plenitud los Misterios de la fe que celebramos en los
días santos. Contemplaremos al Señor a los pies de los apóstoles; en el
suplicio de la Cruz redentora y en la Luz profunda del Cirio Pascual.
Y entonces, agarrados a esa Luz Pascual, seremos capaces de
decir: Si, creo, Señor. Vendrán
a nuestros labios las palabras del salmista: “El Señor es mi luz y mi salvación”
(salmo 26).
“En esta Noche de luz, invocando la intercesión de la Virgen María, que
guardaba todos estas cosas en su corazón (cf. Lc 2,19.51), pidamos al Señor que
nos haga partícipes de su resurrección.
Papa Francisco
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