EN EL SAGRADO CORAZÓN
HALLAREMOS LA FUENTE
DE LA ALEGRÍA
Todos buscamos la alegría; pero
erramos por lo común el camino para encontrarla. El mundo la promete
continuamente, pero bien sabe él que no la puede dar. Sus alegrías son ruidosas
y alborotadas, pero ni llenan el corazón, ni duran más que breves momentos. El
rostro de los mundanos es casi siempre una máscara alegre, que oculta un
corazón devorado por el tedio y el desasosiego, y quizás por el remordimiento.
El gozo interior es únicamente propiedad de la buena conciencia. El alma del
gran Francisco Javier en medio de sus fatigas apostólicas sentíase tan inundada
de él, que le obligaba a exclamar: “Basta, Señor, basta, basta”. Cuando, pues,
nos hallemos tristes, examinemos nuestro corazón, y veremos que siempre nace
nuestra tristeza de alguna secreta falta de virtud.
¡Oh Jesús mío! Mi alma tiene necesidad de Vos para sacudir el peso abrumador de
sus perpetuas tristezas. Vos lo habéis dicho en otra ocasión: "Alégrate,
hijo de Sión, porque está en medio de ti el Santo de Israel". Dadme, ¡oh
Señor!, este don celestial con que favorecéis a vuestros escogidos.
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