En este Domingo la Iglesia celebra la fiesta de la Santísima
Trinidad, misterio
central de nuestra fe en
el que se fundamenta toda la vida cristiana. El Misterio
de Dios se hace cercano
en el testimonio de cuántos le buscan no anteponiendo
nada al amor de Cristo.
Un silencio elocuente
Los contemplativos, lenguaje de Dios
Dios
nos dirige su Palabra y Dios nos dirige también su Silencio. Puede parecer
una
frase hecha, pero ¡cuántas veces Él nos dice tantas cosas... callándolas!
Siempre
he visto en María la mujer creyente que ha sabido guardar en su corazón
lo
que Dios hablaba y lo que silenciaba. En uno y otro caso, tener el corazón
siempre
limpio y disponible para que el Señor nos diga como quiera lo que nos
quiere
contar.
Hay
una vocación en la Iglesia que mira precisamente por estricta llamada de
Dios
a esa doble modalidad de comunicación del Señor con sus hijos: los llamados
a
una vocación contemplativa que hacen precisamente del silencio y la soledad
su forma particular
de seguimiento de Cristo.
La Palabra de Dios
que escuchan los contemplativos. Es la que nos testimonian desde su silencio
tan lleno de susurro divino, que se hace elocuente para quien quiera escuchar.
Han sido llamados a guardar en el corazón lo que Dios
nos dice y lo que nos calla.
Jesús
Sanz Montes, ofm - Obispo
AL ESPÍRITU SANTO POR LAS VOCACIONES
¡Espíritu Santo! Jesús invita a los hombres a seguirle. A uno invita a dejar las redes de pesca, a otro el campo, a un tercero la mesa de recaudaciones; a todos llama personalmente. Él pronuncia las palabras de invitación: “Ven, sígueme” (Mt 4,19). Y ellos siguen la llamada y aceptan sus exigencias.
¡Espíritu Santo! Tú despiertas las vocaciones religiosas. Tú suscitas el anhelo del perfecto seguimiento de Jesús en los corazones de los jóvenes.
Tú confieres a cada uno tus dones según tu beneplácito, y nadie llega al sacerdocio o al estado religioso sin tu moción, sin tu impulso amoroso y si tu guía.
Para que la Iglesia de hoy tenga vocaciones, es necesaria tu acción. Por eso te pedimos hagas germinar la gracia de la vocación en el corazón de muchas personas. Dales valor para seguir con generosidad el llamado y vivir con alegría su vocación.
¡Espíritu Santo! Jesús invita a los hombres a seguirle. A uno invita a dejar las redes de pesca, a otro el campo, a un tercero la mesa de recaudaciones; a todos llama personalmente. Él pronuncia las palabras de invitación: “Ven, sígueme” (Mt 4,19). Y ellos siguen la llamada y aceptan sus exigencias.
¡Espíritu Santo! Tú despiertas las vocaciones religiosas. Tú suscitas el anhelo del perfecto seguimiento de Jesús en los corazones de los jóvenes.
Tú confieres a cada uno tus dones según tu beneplácito, y nadie llega al sacerdocio o al estado religioso sin tu moción, sin tu impulso amoroso y si tu guía.
Para que la Iglesia de hoy tenga vocaciones, es necesaria tu acción. Por eso te pedimos hagas germinar la gracia de la vocación en el corazón de muchas personas. Dales valor para seguir con generosidad el llamado y vivir con alegría su vocación.
Consérvales el primer amor a Cristo, para que perseveren fieles y lleven mucho fruto, como los sarmientos que permanecen unidos a la vid. “Enciende en nosotros la luz de la gracia, derrama amor en el corazón vacío, y robustece siempre con tu
fuerza la debilidad de nuestro cuerpo”. Amén.
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Demos gracias al Señor por las comunidades de clausura, y los
distintos tipos
modos de vida contemplativa; ellos tienen la misión de mantener
viva en la
Iglesia la ardiente espera de la vuelta de Cristo.
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