En estos decenios ha aumentado la «desertificación»
espiritual. Si ya en tiempos del Concilio se podía saber, por algunas trágicas
páginas de la historia, lo que podía significar una vida, un mundo sin Dios,
ahora lamentablemente lo vemos cada día a nuestro alrededor. Se ha difundido el
vacío. Pero precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este
vacío, es cómo podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia
vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el
valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son
muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo
manifestados de forma implícita o negativa. Y en el desierto se necesitan sobre
todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra
prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza. La fe vivida abre el
corazón a la Gracia de Dios que libera del pesimismo. Hoy más que nunca
evangelizar quiere decir dar testimonio de una vida nueva, trasformada por
Dios, y así indicar el camino. La primera lectura nos ha hablado de la
sabiduría del viajero (cf. Sir 34,9-13): el viaje es metáfora de la
vida, y el viajero sabio es aquel que ha aprendido el arte de vivir y lo
comparte con los hermanos, como sucede con los peregrinos a lo largo del Camino
de Santiago, o en otros caminos, que no por casualidad se han multiplicado en
estos años. ¿Por qué tantas personas sienten hoy la necesidad de hacer estos caminos?
¿No es quizás porque en ellos encuentran, o al menos intuyen, el sentido de
nuestro estar en el mundo? Así podemos representar este Año de la fe:
como una peregrinación en los desiertos del mundo contemporáneo, llevando
consigo solamente lo que es esencial: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero,
ni dos túnicas, como dice el Señor a los apóstoles al enviarlos a la misión
(cf. Lc 9,3), sino el evangelio y la fe de la Iglesia, de los que el
Concilio Ecuménico Vaticano II son una luminosa expresión, como lo es también
el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado hace 20 años.
Papa Benedicto XVI
No hay comentarios:
Publicar un comentario